Obiang, el amigo de los fascistas.

Teodoro Obiang Ngema, formado en la Academia Militar de Zaragoza, admirador en su tiempo de Franco, tiene, que se sepa, cinco esposas: Constancia Mangue, que pertenece a la etnia fang del clan mongomo; Shaw, que es bubi de Bioko; Elema, playera de la costa; Celestina, de Santo Tomé, y María Verminia Buckanan García, de nacionalidad venezolana, aunque, según algunos, se llama Rubi Menchaca y es chilena.
La oposición que encabeza Severo Motto asegura que el dictadorzuelo de sesenta años se encuentra muy enfermo. Viéndole en Valladolid no me lo pareció. Lo que está es para el arrastre porque, militar cumplidor, el «presidente» se esfuerza, sin duda, en atender, polvos sin ántrax, a sus interminables esposas y el sexo pasa sus facturas hasta en los versos del alma prieta: «Signo de selva el tuyo, con tus collares rojos, tus brazaletes de oro curvo y ese caimán oscuro nadando en el Zambeze de tus ojos».
Subió Obiang al poder en 1989 tras un inhóspito golpe de Estado y se ha mantenido en él sobre la punta de las bayonetas y la ampliación del tálamo nupcial. En 1993 decidió convocar elecciones libres, pensando, tal vez, que el voto con tantas esposas y familiares estaba garantizado. Fue de natural generoso con la oposición, eso sí, y decidió obtener solamente el 99,8 por ciento de los sufragios. Ni siquiera su maestro Franco había mejorado esa marca.
Forrado el riñón, sobre todo después de que se descubriera petróleo en territorio guineano, el tiranuelo se ha distinguido por el intento pertinaz de carcajearse de España y alinear a Guinea Ecuatorial en el área francófona. No lo ha consiguio porque, además de los dialectos étnicos, el idioma español está fuertemente arraigado en aquellas tierras recónditas del África endrina.