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El valor del abuelo Ángel

Cuando los abuelos de Adrián supieron que una bomba había estallado en Santa Eugenia pensaron de inmediato en su nieto. Ángel, frutero jubil...


Cuando los abuelos de Adrián supieron que una bomba había estallado en Santa Eugenia pensaron de inmediato en su nieto. Ángel, frutero jubilado ya, no se lo pensó y se lanzó hacia las vías. Llegó a la estación y se le encogió el alma de puro miedo. Pero entró, y buscó al nieto entre los heridos. Y como no lo veía se acercó al vagón que aún echaba humo. Seguía sin ver a Adrián, y entonces entró para verle el rostro de cerca a la muerte. En los minutos más duros de su vida fue recorriendo cadáveres, buscando, sin querer encontrar, el rostro de su nieto. No sabía que el padre del niño había llegado ya, y que Adrián estaba camino del Gregorio Marañón. Cuando volvió a casa, su mujer, histérica, le espetó: «¿Pero has mirado bien? ¿Seguro que no estaba?». No estaba. Tardaron poco en saberlo esa mañana, pero tardarán mucho en olvidarla. O más bien no podrán olvidarla nunca, a pesar del final feliz.

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